twitterfacebookgoogle plus
linkedinrss feedemail

martes, 3 de mayo de 2011

Transiciones Por Pedro Magaña


Una forma de ver la vida es a través de las transiciones que suceden a lo largo de nuestra existencia, y podríamos empezar por nuestro nacimiento el cual se origina por una transición de la muerte a la vida, para luego pasar de ser un feto a ser un niño, de niño a infante, de infante a adolescente, de adolescente a joven, de joven a adulto, de adulto a viejo, de viejo a ancestro, por decirlo de una manera sintetizada.

A pesar de que siempre se nos recomienda el desapego, al parecer no nos resulta fácil realizarlo, ya que nos atrae el amor a los padres, a los hijos, a los animales y a las cosas materiales. Pero al amor solo le vemos el lado positivo y lo aceptamos como un buen pretexto para seguir ligados a nuestros seres queridos, aunque no veamos que aun con este hermoso sentimiento podríamos obstaculizar su desarrollo individual. Caso curioso de el hijo que teme casarse porque al hacerlo tendría que dejar a su madre, o tomar una responsabilidad de forma directa, y aunque parezca cosa simple para unos, necesita mucha fuerza de voluntad para otros.

El trascender de un estado a otro siempre nos causa problemas, ya que de alguna manera nos saca de la zona de confort. Si tenemos que salir de nuestra ciudad para estudiar, estamos dejando la comodidad del hogar, la comida calientita, la ropa limpia, etc. Pero al poco tiempo vemos los beneficios de estar solos, el sentir que podemos ser autosuficientes, que ahora  decidimos más cosas, y así hasta encontrarnos cómodos, pero pronto se terminan los estudios y tenemos que hacer la transición de estudiante a profesional y  nuevamente pasamos a un nivel de mayor esfuerzo. 

Algunas personas creen que hablar del desapego es hablar de insensibilidad. Cuando se habla del desapego en una forma más profunda, realmente nos estamos refiriendo al hecho de aceptar de una manera universal los acontecimientos de la vida, porque sabemos perfectamente que hay cosas que no podemos cambiar y por lo tanto queramos o no sucederán. No podemos ser necios al querer que no obscurezca o que no salga el sol, que no se casen nuestros hijos, el no aceptar la muerte de un ser querido cuando es bien sabido que desde que nacemos ese es nuestro destino. 

Pero”ojo”, el hecho de entenderlo no nos dispensa de sentirlo, pero la ventaja es que el dolor que pudiéramos tener seria superado en un tiempo más corto y seguiríamos sirviendo al resto de nuestras relaciones.Y en todo caso sería una transición más.

El hecho de darle libertad a nuestros hijos, el aceptar sin reproches que nuestro vecino sea de tal o cual religión, etc., no es falta de amor en el primer caso ni indiferencia en el segundo, sino una actitud de respeto sublime.