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martes, 26 de junio de 2012

Los escombros de nuestra vida por la Dra. Elena Moreno



Traducción del inglés al español

Desde que murió mi padre he ido desmantelando su casa. Encargarse de las posesiones de uno de los padres es una experiencia compleja. ¿Qué hay que conservar, qué compartir con los demás, qué donar a la caridad? ¿Está mal tirar algo que se atesora?

 Después de la muerte de mi madre, mi padre vendió dos casas grandes y resguardó todas sus pertenencias. Se quedó con las mejores, las más apreciadas y estimadas cosas de su vida juntos. 

 Es fácil saber qué hacer con los muebles especiales u obras de arte pero ¿Qué pasa con los pequeños tesoros que eran especiales para ellos, los objetos que tanto amaban y no estaban dispuestos a dejar?. 

 Cuando abrí los cajones del armario toda la ropa estaba exactamente como mamá la dejó cuando murió, hace casi diez años. Manteles con juego de servilletas meticulosamente almidonadas, planchadas y atadas con cintas de seda color pastel. Vajillas de plata, ahora sin brillo, cuidadosamente colocadas en un armario y que se usaban sólo  para invitados muy especiales.

 Encontré herramientas de ingeniería de precisión de los años 40, cuando papá comenzó su carrera, objetos que fueron sustituidos por los instrumentos digitales. Sin embargo, él los guardaba en la mesita de noche junto a su cama. Irónicamente su gran cantidad de diplomas estaban sin enmarcar en una vieja caja de zapatos almacenada en la parte alta de su armario. Yo había asumido  que los tenía enmarcados en su oficina, pero nunca enmarcó uno solo, la Universidad de Stanford se habría horrorizado por esta falta de respeto.

Por otro lado, las diapositivas y fotos de sus viajes por el mundo fueron conservadas con mucho cuidado en álbumes de plástico y colocadas en cajas etiquetadas. Sus prioridades son claras.

A medida que revisaba las fotos y diapositivas, vi escenas que eran para mí sólo paisajes, edificios y monumentos impresionantes. Sin el contexto de las emociones y pensamientos con que se recuerdan, no son más que fotos antiguas que no tienen sentido. Pero no era fácil desecharlas porque sabía que cada una de ellas era un recuerdo especial para mis padres. Yo estaba en un dilema, ¿Qué debo hacer con sus recuerdos? ¿Es desleal de mi parte si los tiro a la basura? ¿Por qué me preocupo tanto? Supongo que es porque los amaba. 

Eso me hizo pensar sobre mi vida y todos los objetos que había puesto en cajas y guardado en el clóset sólo para mi placer ¡Qué desastre para mis hijos! Nos saturamos de cosas con carácter especial porque son nuestros tesoros y tal vez a veces, porque son las puertas a una aventura del pasado que nos gusta recordar. Para alguien más serán un problema. Para ellos nuestras cosas son poco importantes si no tienen valor monetario.

Dicen que debemos recoger las experiencias en lugar de las posesiones. A esta altura de mi vida debo decir que estoy totalmente de acuerdo. Estoy firmemente decidida a empezar a deshacerme de cosas.

En cuanto a las cosas de mis padres, organizamos una fiesta, llamamos a la familia y pusimos todo como si fuera una venta de garaje. Así cada uno tomó lo que él o ella querían conservar. La casa está a la venta y los carros también. Lo que quede se donará o regalará a alguien que lo necesite.

Aún no sé qué hacer con los manuscritos de papá, sus diseños, premios y diplomas ganados por su arduo trabajo. Creo que voy a ponerlos en una caja y dejar que mis hijos lo decidan después de mi muerte.

Pienso en todo lo que fue su vida. Recuerdo las cosas bellas que amaban, los libros que fueron reconfortantes y las herramientas que eran tan necesarias -Mi madre no podía vivir sin cada olla, sartén o utensilio de cocina que poseía; ahora están dispersos, algunos entre la gente que amaban y otros entre personas que nunca conocieron.

Los escombros de nuestro paso por la tierra carecen de sentido y dejan de tener importancia una vez que morimos. El conjunto de cosas que llamamos nuestra vida se convierte en cenizas, se dispersa en el viento y se disuelve en la lluvia; -todo, a excepción de los recuerdos de nuestros seres queridos y los rasgos de su ADN que tan claramente veo en mis hijos, mis nietos y en mí misma.

Y, por supuesto, aún hay pena en mi corazón cuando me acuerdo de mis padres. Eso nunca se va. En verdad, en el fondo nada es real, sólo el amor.

Copyright 2012 Elena Moreno
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