twitterfacebookgoogle plus
linkedinrss feedemail

martes, 28 de agosto de 2012

¿Sabes lo que estás sintiendo? por Peter Bregman



Traducción del inglés al español

Desde que nos conocimos, hace 23 años, mi esposa Eleanor y yo hemos gastado mucho tiempo, dinero y energía en nuestro desarrollo. Individualmente y juntos, hemos tomado talleres, estudiado meditación, practicado yoga, escrito en revistas, hablado acerca de nuestros sueños, participado en programas de formación y hemos ido a terapia.
Hace unas semanas, estábamos dando un paseo a lo largo de un camino rural, cuestionándonos por qué lo hacemos. ¿Es todo este trabajo interior, una simple obsesión? ¿O afecta nuestras vidas de una manera real? Justo cuando estábamos estudiando la pregunta doblamos en una curva y escuchamos una ruidosa fiesta en una casa ubicada a un lado del camino. Cuando nos acercamos a la casa pudimos ver que el patio estaba llenó con una docena de universitarios bebiendo y bromeando entre ellos.

Mi cuerpo se tensó y mis emociones se intensificaron. Sentí una mezcla de miedo, inseguridad, competitividad y celos. Los vi como el tipo de chicos por los que Eleanor podría sentirse atraída - grandes, alfas, seguros de sí mismos – y me sentí inferior. ¿Qué me hizo sentir agresivo hacia ellos? Me tomó un minuto darme cuenta de lo que estaba sintiendo y por qué. Me volví a Eleanor y le dije lo que sentía. Ella se rió; también se sintió agresiva y tuvo una inmediata respuesta instintiva y emocional, pero contraria a la mía. Ella los vio desagradables, indiferentes, sexistas y poco atractivos. Se sentía superior a ellos. Y ofendida porque ellos probablemente terminarían teniendo influencia en nuestro mundo.

En apariencia es simple pero en realidad fue muy difícil y dos cosas crucialmente importantes sucedieron en esos pocos segundos: nos dimos cuenta de lo que estábamos sintiendo y hablamos sobre ello.
Ser capaz de sentir es una hazaña en sí. A menudo gastamos mucho esfuerzo inconsciente para ignorar lo que sentimos porque podría ser doloroso. ¿Quién quiere ser miedoso, celoso o inseguro? Así que reprimimos los sentimientos, los ignoramos, nos distraemos trabajando  o en pequeñas banalidades.

Pero el hecho de no reconocer un sentimiento no significa que desaparezca. De hecho, es justo lo contrario. No  sentir algo garantiza que no se irá. Los sentimientos no reconocidos hierven bajo la superficie, esperando para abalanzarse sobre inocentes y desprevenidas personas. Tu gerente no responde a un correo electrónico, lo cual te hace sentir vulnerable - aunque no lo reconoces - y luego terminas gritándole a un empleado por algo sin relación al asunto. ¿Por qué? Porque la ira se enroscó en tu cuerpo, preparada, tensa, luchando por salir. Y es más seguro gritarle a un empleado que enfrentar un incómodo reclamo con un gerente.

Este es un problema particularmente perjudicial en nuestros centros de trabajo, enfocados en la híper eficiente productividad, donde a menudo se siente el riesgo de no sentir alguna emoción. Estamos esperando superar cosas, concentrarnos en el trabajo y no distraernos. Pero la represión no es una estrategia efectiva. Es donde nace la agresividad pasiva. Es la base de las  organizaciones políticas más disfuncionales. Y debilita la colaboración integral de cualquier empresa.

Una mujer con quien trabajo interrumpió una conferencia que yo estaba dando y me pidió que procediera de manera diferente con las sesenta personas que estaban en el salón. Hice una decisión rápida para no entrar en discusión en el escenario y continué de la manera que ella me lo pidió. La presentación salió bien. Pero ella no necesitaba interrumpirme, la presentación habría ido bien de cualquier manera. Yo estaba enojado. Me sentía pisoteado. Y creía que ella priorizaba su agenda sobre la de nosotros dos. Quería vengarme de ella. Quería avergonzarla de la misma forma en que me avergonzó. Yo quería hablar con todas las demás personas sobre ella y lo que hizo, para ganar su simpatía y apoyo. Quería sentirme mejor.

Pero no hice nada de inmediato. Y, como me quedé con ese sentimiento, me di cuenta que mientras sentía ese torbellino de emociones, más ofendido y sin confianza me sentía. Reuniendo todo mi coraje, le envié un correo, reconociendo el reto que era hacer decisiones en ese momento, pero haciéndole saber que me sentí ofendido y receloso. Ella me envió de vuelta un asombroso correo, reconociendo su error y agradeciendo mi voluntad de hacerle saber que ella perdió la postura. Y con eso, toda mi rabia se desenrolló y disipó.

Tal vez tuve suerte. Ella pudo haberme dicho en su email que fuí incompetente, monopolizando el escenario y que me comunicaba mal. Pero, honestamente, eso habría estado bien también - porque hubiera aprendido algo de eso, incluso aunque me sintiera incómodo en este momento. Lo más importante para mí es que nuestra relación se fortaleció debido a ese incidente. Pero ¿Y si la hubiera criticado a sus espaldas, construyendo una coalición de apoyo para mí y de mala fama hacia ella? Se habría sentido bien en el momento, pero, al final, me habría afectado a mí, a ella y a la organización.

Parece fácil saber lo que estás sintiendo y expresarlo. Pero se necesita mucho coraje. Estuve tentado a escribirle un correo electrónico acerca de mi ira, lo que habría sido más seguro y me mantendría en un sentimiento de poder. El dolor se siente más vulnerable que la ira. Pero ser capaz de comunicar mis verdaderos y vulnerables sentimientos, hizo toda la diferencia en cómo nos relacionamos entre sí.

¿Cómo se llega a esos sentimientos? Toma un poco de tiempo y espacio para preguntarte lo que realmente sientes. Sigue preguntándote hasta que percibas algo que sientas un poco peligroso, un poco arriesgado. Esa sensación es, probablemente,  por qué estás inseguro de sentirla y es una buena señal de que estás listo para comunicarte.

Es contra-intuitivo: Espera para comunicarte hasta que sientas la comunicación vulnerable. Es una buena regla de oro.
Si yo no hubiera hablado con Eleanor acerca de lo que estaba sintiendo cuando vimos el patio lleno de bebedores universitarios, yo me habría percibido como estorbo para ella, buscando algo que me  asegurara que me amaba. Y, si no lo hubiera conseguido -aparte de que ella no hubiera tenido idea de lo que pasaba en mi cabeza- me hubiera vuelto distante, resentido e inseguro. Pero en cambio, reímos y nos concentramos en otra conversación más interesante. Al parecer, toda esa obsesión impacta de manera real nuestras vidas. 


Peter Bregman is the CEO of Bregman Partners, Inc., a global management consulting firm which advises CEOs and their leadership teams. He speaks, writes, and consults about how to lead and how to live. He is the author, most recently, of 18 Minutes: Find Your Focus, Master Distraction, and Get the Right Things Done.
 
Photo credit: CONFLICT IN OFFICE
© Edward Bartel | Dreamstime.com