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martes, 7 de junio de 2011

Nuestros ancestros por Pedro Magaña

Curiosamente reflexionaba sobre quienes son realmente los ancestros, nuestras relaciones que son mayores que nosotros, ya sea en el mundo físico  o en el mundo del espíritu. 

Las relaciones empiezan con nuestros padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, tatarata abuelos, etc., etc. hasta el punto que se entrelacen con los ancestros de nuestros vecinos, de los políticos, de los amigos, para en la lejanía milenaria de esta búsqueda llegar a la conclusión que tenemos la misma procedencia, que alguna vez tuvimos el mismo padre y la misma madre, pero como hace tanto tanto tiempo lo hemos olvidado.

Objetivamente traté de recordar los nombres de las relaciones que considero directas, cosa que no tuve problema con mis padres, dudé un poco con mis abuelos y ya no pude recordar más. Curiosamente no es sólo mi caso, salvo contadas excepciones la mayoría sólo recuerda hasta los abuelos. Los bisabuelos se van olvidando y ni se diga de los demás, hasta el grado que ni nuestros padres o abuelos nos pueden ayudar a recordar.


¿Es nuestro paso por la vida tan efímero como parece?  A reserva de que hagamos algo especialmente grande y aun así seremos recordados a lo más por tres generaciones, nuestros tataranietos tal vez no recuerden nuestros nombres y mucho menos una enseñanza o modo de vida, un ejemplo que hoy creemos perdurable, etc.

Entonces, si vemos que esto es así, como hacer que lo efímero sea perdurable, sin dejar de ser efímero, ¿Pudiera ser perdurable y efímero a la vez? Desde mi punto de vista si.  Porque lo que consideramos efímero en realidad no lo es, ya que lo que es ha sido siempre y siempre será.

Si tenemos padres y abuelos les podemos pedir ayuda directamente y hasta les rogamos por lo  que necesitamos, lo cual no podemos hacer con los bisabuelos, tatarabuelos, etc. mayormente si hemos olvidado sus nombres, a ellos nos dirigimos por medio de la oración, la plegaria y la devoción. Porque en el mundo del espíritu se encuentran todos los seres que recordamos y los que han sido base de nuestra existencia y que no podemos recordar, pero que claramente sabemos que existieron. A ese mundo van nuestras oraciones cuando nos dirigimos a ellos para pedirles, honrarles o agradecerles el haber labrado el camino por el que hoy caminamos.

Y si de alguna manera nos permitimos divagar sanamente, podemos deducir que al dirigirnos a los ancestros, realmente nos referimos a las relaciones de toda la humanidad, incluidos los grandes guías que con sus actos y trabajo cambiaron el rumbo. Dándonos confort en algunos casos y poniéndonos duras pruebas en otros, hablamos de Hitler, los Budas, los Krishna, Ramas, Jesús, Quetzalcóatl, Templarios, Einstein, etc. Todos ellos son ancestros, no importa que nos gusten unos y otros no, todos nos enseñan algo, unos nos indican lo que debemos hacer, otros lo que no debemos hacer, partiendo de un punto de vista muy personal.
Si tuviéramos las herramientas necesarias para elaborar nuestro árbol genealógico, seguramente cubriríamos la tierra y las ramas más altas se unirían a las raíces.                  

Esto considerando que según fuentes científicas nuestro sistema solar se formó hace unos 4,600 millones de años y aproximadamente hace unos 3,000 millones de años apareció la vida. Pero el antepasado humano de mayor antigüedad son los homínidos de hace unos 5 o 10 millones de años (según Darwin el antepasado común del hombre y el mono) luego el australopitecos (entre 2 y 6 millones de años) el homo habilis (2.5 millones) el homo erectus (1.8 millones) el homo neandertal (150 a 200,000 años) y hasta hace unos 120,000 años el homo sapiens.

Así que nuestros antepasados no sólo son los que podemos ver y recordar, son también los que podemos imaginar, ya que nuestra memoria es muy limitada, nos debemos apoyar en el sentido común, en la imaginación y el sexto sentido que nos permite intuir y aceptar que todos somos parte del Gran Todo e igual de importantes.